LA FIEBRE NO ESTÁ EN LA SÁBANA

No es un secreto que durante los últimos treinta años el descontento y la insatisfacción que tenemos con la Asamblea Legislativa ha ido in crescendo y que han sido años de quejas y “reformas” legisladas que no han resuelto nada.
Porque no trabajaban lo suficiente y no tenían tiempo para legislar sus proyectos, se creó la segunda sesión ordinaria de la Legislatura y se adoptó el principio de legislador a tiempo completo.  Porque gastan mucho, les quitaron el carro y les dieron un “estipendio” (como si no fuera lo mismo) y pusieron las dietas a tributar un poquito.  Porque legislaban a altas horas de la noche, se adoptó por reglamento un horario más estricto y para que no cogieran pon con el candidato a Gobernador, creamos la tercera papeleta.

Porque son demasiados y gastan demasiado, votamos por la unicameralidad, aunque después el PNP se burló del mandato del pueblo y ahora, porque son muchos, gastan mucho y nos caen mal, se propone como solución que tengamos menos legisladores aunque me atrevo a apostar que si lo dejan, el pueblo votaría por la cero-cameralidad y por cero legisladores.
Y como si fuera poco, el escándalo y la renuncia del senador del PNP Roberto Arango han coincidido con este debate.

Todas estas propuestas, las ya legisladas y la que se proponen ahora, van a los síntomas pero no a la raíz del problema.  Nuestro mayor problema es la calidad intelectual, laboriosidad y ética de nuestros legisladores.  Nada de lo propuesto atiende eso, que es el verdadero problema.  La propuesta que se discute ahora para que tengamos una Legislatura con menos legisladores, lo que significa es que en vez de tener a Arango y al Chuchin a la misma vez, tengamos a Arango o al Chuchin.  Eso no es cambio verdadero.

He visto este problema desde diversas perspectivas y experiencias.  Cómo asesor en La Fortaleza cuando se aprobó la segunda sesión, cómo legislador cuando se aprobó la ley de legislador a tiempo completo, como Comisionado Residente, donde pude ver las diferencias con el Congreso federal y como Gobernador, al tener que gobernar con una Legislatura del PNP.  La experiencia adquirida y los intentos fracasados de reformas legislativas apuntan a un diagnóstico del problema más profundo: la baja calidad de nuestros legisladores es el resultado de una deficiencia en nuestra democracia.

Es una verdad que nosotros como pueblo los elegimos, pero la otra verdad es que en Puerto Rico casi nadie sabe quién es su legislador y por cuales candidatos a la Cámara y el Senado votan cada cuatro años.  Vivimos en un país altamente “ejecutivo”, las elecciones las mueven los candidatos a Gobernador y a Alcaldes.  A esos sí que la gente los trata de conocer y piensa en ellos al momento de votar.  Pero seamos honestos, la gente no está pensando en sus candidatos a legislador al momento de ir a las urnas.  Esa es la raíz de nuestro problema y los legisladores que se eligen son el síntoma.  El problema es una deficiencia en nuestro esquema político y democrático.

Siempre he creído que el remedio para las deficiencias democráticas tiene que ser más democracia.  Y en el caso de nuestra Asamblea Legislativa, luego de tantos escándalos y mediocridad, de tantos intentos fracasados de reforma, ha llegado la hora de hacer cambios verdaderos, profundos y dramáticos.  Tenemos que forzar que como pueblo no nos quede otro remedio que fijarnos en quienes son los candidatos a nuestra Legislatura.

Por esto propongo que se abra una discusión sería para emendar efectivamente la Constitución, de forma tal que los legisladores se escojan en una elección separada a la del Gobernador y los Alcaldes, tal y como se hace en muchos países y como se hace parcialmente en los Estados Unidos.  (Cuantos legisladores queremos, es algo secundario, que se debe discutir.)  Sus términos también serían de cuatro años, pero serían electos y entrarían en funciones a los dos años de ser elegido el Gobernador y los alcaldes.  De esa forma, en esa elección lo único que estaría en la papeleta serían los candidatos a la Legislatura y el pueblo podrá enfocarse en el desempeño de sus legisladores y en las alternativas que tiene para sustituirlos.  Lo que propongo es que la relación sea directa entre el legislador y sus electores.  Vayamos a la raíz del problema.  La fiebre, no está en la sábana.