Treinta días de reflexión: de la Chardón al Choliseo

En el libro ASÍ FUE… ¿Y AHORA QUÉ? Reflexiones sobre el cuatrienio 2004-2008 y sus repercusiones para el futuro, que saldrá publicado próximamente, podrás leer discursos que nunca fueron publicados porque nunca fueron escritos, como el de la Asamblea General en el Coliseo José Miguel Agrelot y el del cierre de la campaña del 2008, que los di como me salieron del corazón. Aunque el libro no es sobre la acusación federal y la eventual absolución, en todo el trayecto reconozco como una premisa fundamental que no hay dudas de que las filtraciones continuas a la prensa, los rumores, las falsedades y la acusación del 27 de marzo de 2008 en pleno año electoral, fueron eventos que marcaron casi todo mi término como gobernador y la campaña electoral y así lo verás reflejado en el libro. Te anticipo que sobre la acusación federal descubrirás datos e información nunca antes relatada que entiendo que es importante el País conozca.
En el capítulo 26, que titulo Treinta días de reflexión: de la Chardón al Choliseo, hago un relato minucioso de todo lo que transcurrió a mí alrededor, desde los días antes a la acusación del 27 de marzo hasta la Asamblea General del PPD el 27 de abril, incluyendo el efecto y la reacción que tuvieron esos sucesos sobre mí familia. A continuación un extracto de lo contenido en ese capítulo:

Al filo de la medianoche, y después de hablar varias veces con Piti y con las personas más cercanas a mí, estaba convencido de dos cosas: no iba a renunciar a la gobernación, pero era imposible la reelección con una acusación federal a cuestas. A la misma conclusión llegó Jossie, que esa noche del 26 de marzo pasó varias horas en el PPD discutiendo los pasos que se iban a seguir con algunos líderes.

Me acosté a dormir con una extraña fuerza interna y grandes temores externos: ¿cómo iban a reaccionar mis dos hijos?; ¿cómo los iban a tratar sus amistades a raíz de lo que ocurriera?; ¿qué iba a pasar con mi madre? Aunque es una mujer de una fe y una fortaleza espiritual excepcional, su estado de salud era delicado. Siempre ha padecido de presión alta, y me atormentaba el temor de que esto le produjera una crisis. ¿Cómo iba a reaccionar la gente común y corriente? No me refiero al apoyo político. Mi gran temor era la “vergüenza pública”, que la gente que me conoce personalmente, y los que me han conocido por mi servicio público, se sintieran avergonzados de ser mis amigos.

Como ya he dicho, desde el día antes de la acusación, había concluido que era imposible pensar en la reelección en el escenario en el que me encontraba. No lo dije públicamente en ese momento porque don Miguel Hernández Agosto me aconsejó que no lo hiciera, para no dar la impresión de que estaba admitiendo la culpabilidad de los hechos que se me imputaban. Le pedí tiempo al Partido y él me lo dio. “Sobreviví” a las primeras 48 horas, y después entendí yo mismo que debía darme ese tiempo, escuchar, dialogar y reflexionar profundamente sobre todo lo que estaba ocurriendo. Ninguno de los pasos que di en las semanas siguientes estaba predeterminado por un resultado específico.

El 15 de abril… celebramos una misa en la Catedral de San Juan por el eterno descanso de Annette. Tras la misa invitamos a la familia y a unos amigos cercanos a cenar a La Fortaleza… En medio de la cena, mi hijo Juan Carlos, me dice: “Y qué, ¿ya decidiste?”. Sorprendido por la pregunta a quemarropa le digo: “Fifty-fifty”. A Juanki, que tenía dos años cuando fui electo por primera vez representante a la Cámara en 1992, nunca le ha gustado la política, y su limitada participación en eventos públicos normalmente ha sido por un sentido de solidaridad conmigo (y en ocasiones por obligación). Al decirle “Fifty-fifty” su reacción fue rápida e inequívoca: “Tienes que correr”. Su respuesta me sorprendió e inmediatamente le dije: “Es una decisión difícil, lo hablamos luego, que tenemos invitados aquí”.No conforme con lo que le acababa de decir, insistió. Para detener la conversación, le pregunté: “Y tú, ¿estás listo para ver anuncios inventados de tu papá vistiendo un mameluco anaranjado y esposado?, porque eso es lo que esta gente va a hacer en esta campaña si decido correr”. Juan Carlos me miró a los ojos y en un tono igual de firme que el que había usado para preguntarle, pero no desafiante, me contestó: “Yo aguanto”.

El viernes 18 de abril se organizó espontáneamente una vigilia en caminata desde la sede del PPD en Puerta de Tierra hasta La Fortaleza. Sin pedírselo yo, mi madre asistió. Al llegar a los portones de La Fortaleza, Piti y yo nos asomamos al balcón de mi oficina para saludarlos. Tuve que aguantarme las lágrimas, y así se reflejó en las fotos de los periódicos al día siguiente. Al subir a la residencia, pude ver que mi madre estaba llena de mucha fuerza. Para mi sorpresa, me dijo lo mismo que me había dicho Juanki algunos días antes: “Tienes que correr”.