Una de las consecuencias más devastadoras del coloniaje es su efecto emocional en el colonizado. Cuando ese efecto se manifiesta a nivel colectivo, lo que vemos es una sociedad sobrevalorando lo que se impone desde afuera y menospreciando sus propias capacidades; una sociedad que aplaude lo que hace el colonizador y critica cuando el oprimido hace exactamente lo mismo. Si lo hacemos los puertorriqueños, está mal, pero si lo hace el americano, es correcto. Los desarrollos recientes en nuestra relación con Estados Unidos y los referentes a la junta de control fiscal son un claro reflejo de esto.
29 minutos, ese fue el tiempo que duró la alegada primera reunión de la junta federal de control fiscal. La reunión tuvo lugar el último día provisto por la ley PROMESA para organizarse. En un intento de aparentar transparencia, fue abierta al público y transmitida por internet. Pero, evidentemente, lo que votaron ya lo habían acordado a espaldas del pueblo; no hubo ningún análisis ni discusión.
Imaginémonos por un minuto que el gobierno de Puerto Rico (PPD o PNP) hubiera creado una nueva junta directiva para un nuevo banco gubernamental con el poder de controlarlo todo. Y que esa junta hubiera actuado como acaba de actuar la junta federal de control fiscal. No tengo ninguna duda de que la prensa, los analistas, la gente en la calle y los grupos profesionales, denunciarían que tales actos a espaldas del pueblo son inaceptables, que tienen agenda escondida, y que son actuaciones politiqueras y corruptas, por decir lo menos. Sin embargo, en el caso de la junta que nos ocupa y que ya está en funciones, como actúa en función de un mandato de ley federal, pues la mayoría guarda silencio, se aguanta, otros aplauden, pero solo unos que otros se expresan indignados.
Han pasado varias semanas desde que se conocieron los nombres de los siete miembros de la junta y la realidad es que es muy poco lo que se ha analizado y discutido a profundidad sobre cada uno de ellos. No se indaga sobre su trasfondo, no se analizan meticulosamente sus posibles conflictos de intereses y mientras muchos piensan que vienen a despolitizar los procesos, lo cierto es que en las filas del PNP y entre republicanos se celebraba con anticipación el nombramiento de su presidente, a quien distinguen como uno de los suyos, por sus aportaciones políticas, esencialmente en forma de donativos.
¿Y no que estamos escandalizados porque, alegadamente, en Puerto Rico solo se consiguen nombramientos y posiciones a cambio de donativos políticos? ¿Cuál es entonces la diferencia? Si a un donante del PPD o de PNP, sin experiencia financiera, lo hubiesen nombrado a dirigir la junta del Banco Gubernamental de Fomento, simplemente por ser donante, ¿cuántas historias se habrían escrito sobre sus donativos políticos? Y ni hablar del anterior presidente del BGF que aprobó muchas de las transacciones que hoy se cuestionan. Pero, como esos nombramientos fueron recomendados por los líderes políticos del Congreso y los nombró el presidente Obama, pues la mayoría presume que está bien. ¿Y si los hubiesen recomendado los presidentes de la Cámara y Senado en Puerto Rico? De seguro, que esa complacencia que hay con la junta fiscal no existiría.
Y lo peor es que quizás lo más escandaloso es lo que menos se ha discutido. Como parte de PROMESA se incluyó un lenguaje para ordenar que un task force del Congreso estudie el efecto de un reglamento del Departamento de Salud sobre productos naturales. ¿Qué tiene que ver eso con la deuda o con el desarrollo económico? Obviamente, nada. El comisionado Pierluissi admitió públicamente que eso lo puso ahí un congresista a petición de unas compañías privadas. ¿Alguien ha preguntado quién es ese congresista? ¿Qué vinculo tiene con esa compañía? ¿Cuánto dinero de campaña recibió de esa compañía?
Nuevamente, imaginémonos que eso mismo pasa con una legislación en Puerto Rico. Me puedo imaginar el escándalo del día (y con razón). ¿No fue por algo similar a eso que acusaron a Héctor Martínez y a Jorge de Castro Font? Pero, nuevamente, como lo hizo el americano, aplaudimos o en el mejor de los casos, callamos y miramos para el otro lado.
PROMESA y esa junta de control fiscal son un ejercicio burdo de poderes coloniales. Pero peor que nuestra colonización política y económica, que viene impuesta de afuera, es la colonización de nuestra alma y nuestro espíritu. No podremos luchar contra el coloniaje y movernos de verdad hacia adelante si no empezamos por descolonizar nuestra alma y nuestro espíritu. Es algo con lo que yo mismo me he confrontado. Comencemos por someterlos a ellos al mismo rigor al que nos sometemos nosotros mismos. Ese tiene que ser el primer paso.