Toda acción tiene una reacción. Eso es ley de física y ley de vida. La explosión de violencia que vivimos hoy se le ha salido de las manos al gobierno pero no sale de la nada. Ciertamente, Puerto Rico lleva décadas batallando un problema de crimen y violencia. Sin embargo, en estos dos años y medio hemos visto los crímenes aumentar en cantidad, crueldad e invadir espacios públicos que antes eran seguros.
¿Qué ha pasado en estos dos años y medio? Un gobierno que anuncia patadas para los ciudadanos que protestan y en el que altos oficiales de la Policía agreden impunemente a personas en el piso con una de esas «patadas» a los genitales; un policía que porque no le gusta lo que le dijeron, rompe el cristal de un carro y nada le pasa; manifestantes que son corridos y golpeados como cosa normal en un gobierno que le ha dado carta blanca a la violencia. Sus acciones llevan a muchos a concluir que los conflictos se resuelven a palos. El gobierno en su modelaje ha institucionalizado la violencia.
Sabemos que el problema requiere soluciones valientes y a largo plazo. La medicalización de la droga pudo empezar hace más de dos años y ya es hora que nos atrevamos. Los fondos que se le han quitado a los programas sociales han dejado sin trabajo a cientos de trabajadores sociales y psicólogos. Es urgente restaurarlos. Puerto Rico necesita más trabajo social, no menos. Puerto Rico puede vivir mejor con menos publicidad de gobierno, no más. Cada millón en publicidad equivale a decenas de trabajadores sociales y otros profesionales que se pierden.
Sin embargo, el gobierno tiene que tomar acciones igual de contundentes inmediatamente. Los puertorriqueños saben que el Superintendente de la Policía Figueroa Sancha ha fracasado. No tiene un plan, salvo mentir y jugar con las estadísticas. La Policía necesita una reorganización y un líder en el que los policías puedan creer y que sepa dirigirlos. Ya nadie en Puerto Rico se pregunta si deben botar a Figueroa Sancha. La pregunta realmente es ¿por qué no lo botan? ¿Qué favor especial le debe el Gobernador al Superintendente?
Por el bien del Puerto Rico, el Superintendente debe renunciar y dejar que el Gobernador le pague la deuda por favores con otros acomodos. Los puertorriqueños merecen tranquilidad y sociego.