La estrategia del gobernador Ricardo Rosselló de presionar a favor de la estadidad usando los resultados del plebiscito ampliamente boicoteado de 2017 nunca logró despegar. Y la nueva estrategia de usar la incapacidad de su gobierno y del gobierno federal al manejar la crisis de María para justificar su reclamo de estadidad le está rebotando en la cara. La bofetada pública más reciente se la ha dado el propio presidente Trump.
El Rosselló post María ha oscilado entre aplaudir a Trump en sus ejecutorias para con Puerto Rico y excusarlo de su insensibilidad echándole la culpa a la colonia. Como parte de esa estrategia política -usando el dolor de nuestra gente y el maltrato del gobierno federal- Rosselló le envió una carta a Trump la semana pasada pidiéndole que respaldara la estadidad como la solución a todos nuestros problemas. Trump le contestó por la radio y le hizo saber su oposición firme en contra de la estadidad.
En un claro ejemplo del desconocimiento que tiene Trump sobre la realidad política de Puerto Rico, el presidente justificó su oposición a esta opción con Carmen Yulín Cruz. ¡Obviamente, el presidente no sabe que la alcaldesa de San Juan es una opositora férrea a la estadidad! Así de eficiente ha sido el trabajo político de Rosselló y de su gente en la capital federal.
Pero el presidente no se quedó ahí. En respuesta directa a las reclamaciones de Rosselló, Trump repitió su diatriba de que el gobierno de Puerto Rico lo está haciendo responsable a él por el colapso del sistema eléctrico y le está pidiendo que el gobierno federal pague por construir un nuevo sistema eléctrico que estaba destruido antes de María. Y para añadir sal a la herida, Trump negó, nuevamente, la cifra de los 3,000 muertos a causa de María, implicando que el gobierno de Rosselló no puede explicar cómo llegó a ese número.
Las expresiones de Trump en contra de la estadidad hay que verlas en el contexto de lo que está pasando con el proyecto de territorio incorporado de la comisionada residente Jenniffer González. Ya el final de este Congreso está a la vuelta de la esquina y ese proyecto ni siquiera ha tenido una vista pública. El plan Tennesí y la llamada Comisión de la Igualdad no han tenido ningún efecto en Washington.
En gran medida, el fracaso de esta nueva ronda pro-estadidad estaba predeterminado. Muy pocos en Washington DC se creyeron el cuento de que la estadidad había ganado con 97% de los votos. Insistir en que se tenía un mandato a favor de la estadidad, con un plebiscito que no consiguió la aprobación que pidieron del Departamento de Justicia federal y con el 77% del país boicoteándolo, fue un acto de arrogancia y de falta de sanidad política.
Esa representación falsa sobre el apoyo a la estadidad recibirá otra bofetada cuando allá se conozca que el periódico The Washington Post realizó una encuesta este verano en la isla que reflejó que solo un 48% de los puertorriqueños favorece la estadidad. De 97% “a favor” de la estadidad a 48% en tan solo un año en la misma encuesta en la cual Trump y Rosselló se colgaron en el manejo de la crisis post María. En esa encuesta, solo el 15% de los puertorriqueños le dio buena nota a Trump y 31% le dio buena nota a Rosselló.
Hoy, los puertorriqueños rechazamos claramente a los tres: a Trump, a Rosselló y a la estadidad.