Con limitadas excepciones, como, por ejemplo, las elecciones del 2002 luego del ataque terrorista de septiembre 11 el año anterior, las elecciones de medio término conllevan pérdidas congresionales sustanciales para el presidente de Estados Unidos y para el partido en el poder. Le pasó a Bill Clinton en 1994 y a Barack Obama en 2010. Con el historial de insultos, divisiones, investigaciones de un fiscal independiente y el récord de mentiras de Trump, lo natural era que el pueblo estadounidense lo repudiara masivamente con su voto, pero n o fue así.
Es cierto que lo demócratas ganaron la Cámara, lo que pone un freno a la agenda del Trump y abre el frente a investigaciones del Congreso contra él y su administración, pero esta victoria de los demócratas ni remotamente se puede describir como una ola. No fue una victoria fuera de lo normal en los ciclos electorales de EE.UU. Veamos unas comparables: en 1994 Clinton perdió 54 escaños, en 2010 Obama perdió 63 escaños y, este martes se proyecta que Trump habrá perdido entre 27 y 32 escaños. Con todo y sus escándalos, discurso racista y su agenda de división, a Trump le fue mejor que a Clinton y Obama. Y les recuerdo que esos dos presidentes, luego de las elecciones de medio término, fueron reelectos. En esta elección, los republicanos de Trump ampliaron su ventaja en Senado, con 3 o 4 asientos adicionales y con ese respaldo, Trump se sintió que estaba en posición de despedir a su secretario de Justicia, con la intención clara de nombrar a alguien que le responda al 100%.
No soy historiador ni aspiro a serlo, pero en mi programa de radio he sostenido que la elección de Trump es la primera señal del inicio del fin del imperio americano. Todos los imperios terminan y es algo que no ocurre de un día para otro, sino que comienzan a manifestarse unos síntomas de deterioro de la sociedad y su clase política, hasta que llega el momento en que pierden su liderato y su influencia en el mundo. Que Trump sea presidente y siga teniendo fuerza electoral, pueden ser un primer síntoma.
Estados Unidos sigue siendo la principal economía del Mundo y también el país de mayor poderío militar, pero con Trump han dejado de ser el líder de la democracia y moral política global. De hecho, comienzan a convertirse en el hazme reír de la comunidad internacional. Millones de ciudadanos estadounidenses se miran al espejo de Trump y se ven reflejados sin que les cause vergüenza. Se sienten orgullosos y con poder. Su ‘make America great again”, claramente, lo que significa es ‘make America white again’. Reconciliar esa sociedad dividida en los temas que van a la esencia de lo han aspirado siempre a ser como nación, es un reto gigante en Tiempos de Trump.
Para Puerto Rico, el triunfo demócrata puede servir a corto plazo como una máscara temporera de oxígeno. Quizás más fondos federales y la oportunidad de poner cierto contrapeso a la Junta de Control Fiscal, pero lo que está pasando con Trump nos exige a todos los puertorriqueños reflexionar, independientemente de nuestras afiliaciones e ideologíaspolíticas.