Reflexiones de un estadolibrista
Introducción
Agradezco a la profesora e investigadora Evelyn Vélez por invitarme a presentar su libro, Puerto Rico: política exterior sin estado soberano 1946-1964, junto al Lcdo. Alejandro Torres Rivera, vicepresidente del Colegio de Abogados y confío en que el amigo Noel Colón Martínez, quien se esperaba que estuviera con nosotros esta noche, se recupere pronto del chicungunya.
Luego de leerlo detenidamente, lo primero que hice fue contestarme, por qué y para qué se me invitó esta noche. A riesgo de equivocarme, llegué a la conclusión de que se me invitó en mi rol de exgobernador, por las posiciones que he asumido dentro del Partido Popular Democrático y por mi compromiso -como estadolibrista- con el desarrollo de un Estado Libre Asociado soberano. No aspiro a que estén de acuerdo o en desacuerdo con mis comentarios, pero sí a fomentar la discusión seria que esta publicación genera.
Este libro está fundamentado en una investigación profunda en y fuera de Puerto Rico que le tuvo que haber tomado mucho tiempo a la autora. He ahí una de las primeras aportaciones de este escrito, al exponer documentos e información sobre el tema y el periodo analizado que no eran de dominio público. Por otro lado, aunque la autora abunda sobre unos temas que generan grandes pasiones en la discusión política puertorriqueña, lo hace con gran aplomo, evitando juicios moralistas y en la mayoría de las circunstancias, dejando que el lector llegue a sus propias conclusiones. Y cuando asume posiciones, lo hace fundamentada en los hechos y los documentos estudiados. Por eso se atreve a decir, categóricamente:
La noción del estado soberano como único actor que cuenta con personalidad jurídica para tener relaciones con otros estados, no se ajusta del todo a nuestro proceso histórico. Somos una nación sin estado soberano que llegó a desarrollar una política exterior (a la pág. 24).
Y al emitir juicios valorativos sobre los actores políticos y gubernamentales del periodo examinado, sin aprobar todas sus acciones pero tampoco desaprobando todo lo que hicieron, puede concluir, justamente, que estas relaciones exteriores, en gran medida secretas, afirman la visión de mundo de la élite muñocista del gobierno de Puerto Rico, que respondía a sus propios intereses y orientaciones políticas, no a la política exterior estadounidense (a la pág. 32).
En conclusión, puedo resumir mis reacciones y conclusiones sobre el libro con tres palabras: sorpresa, admiración y reto.