Muñoz en el Siglo XXI: cómo enfrentar los retos que parecen insuperables
Mayagüez, Puerto Rico
18 de febrero de 2011
Muchas gracias al Alcalde de Mayagüez y amigo, José Guillermo Rodríguez, a la Legislatura Municipal (y a su presidenta, Pura Vincenty) por honrarme con esta invitación en conmemoración y recordación del natalicio del puertorriqueño más trascendental en nuestra historia, Luis Muñoz Marín. Mis saludos afectuosos también a los alcaldes de la región y legisladores que nos acompañan.
En momentos como los que vive el País, la ocasión es propicia para una reflexión sobre el presente y el futuro.
La vida pública puertorriqueña me da en este momento la impresión de un niño entretenido, entusiasmado, apasionado largamente por juguetes mientras su hogar se hace grietas y amenaza ruinas, mientras su familia se desespera y desintegra. Nosotros todos los líderes de Puerto Rico en el campo político, en el económico, en el cultural somos el niño.
Estas palabras que acabo de pronunciar no son mías, ni en su origen corresponden al momento presente. Son palabras de Luis Muñoz Marín describiendo el momento que vivía Puerto Rico en 1936. Fueron pronunciadas antes de que se convirtiera en el líder inmenso que llegó a ser y dos años antes de que fundara el Partido Popular Democrático.
Sin embargo, hoy, al conmemorarse el 113 aniversario de su natalicio, y transcurridos cerca de 31 años desde su desaparición física de entre nosotros, puedo fácilmente- hacer mías estas palabras, o pueden ser tuyas, porque describen con precisión nuestro momento presente:
nos destruyen nuestra Universidad
desprestigian y toman por asalto el Tribunal Supremo
tratan de destruir el Colegio de Abogados y hasta ordenan el arresto de su Presidente por expresarse
despiden miles de empleados públicos
no hay un plan de desarrollo económico y no se crean nuevos empleos
no hay financiamiento para los proyectos privados de los pequeños empresarios
Mi Salud no tiene suficientes hospitales ni médicos
el Departamento de Educación sigue sin liderato ni agenda y ha tenido tres Secretarios en dos años
y la violencia en nuestras calles anda por las nubes como nunca antes.
Compatriotas, se nos hace grietas el hogar la patria – y mientras tanto:
el liderato político, económico y social se entretiene como niños mirando qué hay para cada uno en la Reforma Contributiva
nos entretiene saber qué legislador se colgó en las pruebas de drogas
nos entusiasmamos como niños discutiendo quién va a ocupar qué puesto por qué partido en las próximas elecciones
nos apasionamos como niños con plebiscitos criollos que sabemos que serán inútiles
En 1936, la respuesta dada por Muñoz a la encrucijada de ese entonces fue la siguiente, y cito de ese mismo discurso:
¿Qué hacemos? No hay más que una respuesta. Tenemos que crecer. Tenemos que crecer rápidamente. Tenemos que crecer inmediatamente. Tenemos que crecer hoy mismo. Y no es imposible hacerlo. No es ni siquiera difícil. Es más, es prácticamente inevitable que crezcamos, termina la cita.
Hoy, yo añado que es impostergable que dejemos de ser niños y volvamos a crecer. Ya lo hicimos una vez y sé que podemos volver a hacerlo. Es inminente que lo hagamos. Esa es la única respuesta al ¿y ahora qué? Crecer. Puerto Rico lo necesita.
Aquél periodo de 1936 al 40 tiene muchos paralelos con el momento presente y algunas diferencias.
En aquél momento, Puerto Rico sufría las consecuencias económicas y sociales de la gran depresión mundial. Hoy, vivimos con los efectos de la gran recesión mundial.
En ambos momentos históricos, Estados Unidos ha tenido como líderes a hombres visionarios que han entendido claramente la responsabilidad del gobierno en momentos de crisis económica: Franklin D. Roosevelt entonces y Barack Obama ahora.
Curiosamente, en aquella época de los años 30 las políticas de recuperación económica se vieron saboteadas por el liderato político local que controlaba el aparato gubernamental. Hoy, sucede exactamente lo mismo, con un Gobernador que en su filosofía política y económica se opone a las estrategias de recuperación del Presidente Obama.
En ambos momentos históricos, Puerto Rico ha sufrido las consecuencias de un gobierno incapaz e insensible. Los niveles de desempleo en Puerto Rico en los pasados dos años han sido los más altos de los últimos 20 años. Y ni hablar de las quiebras y la ejecución de hipotecas de miles de familias que en los pasados dos años han perdido su hogar porque no tienen con qué pagarlo.
La ineficiencia del gobierno en ambos momentos se reflejó y se refleja en prácticamente todos los quehaceres de la vida colectiva. El sistema de educación colapsado entonces y hoy nuestras escuelas al garete con nuestra Universidad en su peor momento desde su creación. Un sistema de salud inexistente entonces y hoy un plan llamado Mi Salud, que se anunció con bombos y platillos y ahora resulta que no tiene suficientes hospitales ni médicos. Y ni hablar del récord en asesinatos. Más de ciento diez muertos por la violencia en nuestras calles en enero, algo que nunca había sucedido en nuestra historia. (Y hoy, apenas a mitad de febrero ya van más de 160 asesinatos).
En aquella época, prácticamente todas nuestras instituciones democráticas estaban en entredicho. Hoy, prácticamente todas nuestras instituciones democráticas están maniatadas o amenazadas por el Gobierno insular.
Y en otra coincidencia histórica igualmente penosa, en aquél momento se pretendió atender el serio asunto del status con el mal intencionado Proyecto Tydings y ahora con proyectos nati-muertos en el Congreso y plebiscitos criollos desprestigiados.
Quizás la explicación más coherente para estas coincidencias históricas es que en ambos momentos Puerto Rico ha estado en las manos de políticos conservadores y republicanos. En el presente, no olvidemos que el entonces candidato Fortuño, al pedir el voto en la pasada campaña dijo que su forma de crear empleos iba a ser llamando a los 100 millonarios más millonarios de Puerto Rico -a quienes dijo que él conocía personalmente- para que invirtieran en nuestro País.
Tampoco debemos olvidar que en sus primeras palabras como Gobernador, en su discurso de Toma de Posesión, dijo que el gobierno es el problema, postura de línea dura del pensamiento conservador-republicano, que hace sólo una semana reiteró cuando habló ante la Conferencia Conservadora de Acción Política de Estados Unidos y dijo que tenía una desconfianza natural a los gobiernos.
Por otro lado, hay dos circunstancias muy diferentes entre aquel momento y nuestro presente. De cara a las elecciones de 1940 nadie anticipaba ni esperaba un cambio de gobierno. La creación del Partido Popular Democrático en 1938 y su marcha hacia esas elecciones estuvo marcada por una gran incertidumbre. Nadie pensaba que el Partido Popular iba a ganar. Esa incertidumbre fue lo que generó una agenda de cambio profundo, unos estilos nuevos de hacer política y la incorporación a la vida democrática de sectores y personas que nunca antes habían visto los procesos políticos y democráticos como instrumentos de cambio positivo para su vida personal y la vida de todo el pueblo puertorriqueño. En aquél momento, la incertidumbre del triunfo fue el aliciente para la agenda de cambio profundo.
Hoy, a dos años de las elecciones, hay casi una certeza de que habrá un cambio de gobierno, que el presente régimen se cae y se gotea por su propio peso y qué lo único importante es llenar los espacios en las papeletas. Ojo, esa certeza electoral nos puede llevar a un relajamiento en las exigencias de cambio verdadero, profundo y transformador que Puerto Rico necesita. La certeza del triunfo puede convertirse en la retranca del cambio.
La segunda diferencia está en la actitud del propio pueblo. Ante los despidos de miles de empleados públicos, ante una insensibilidad gubernamental plagada de incompetencia crasa y ante las expresiones de such is life y de las crápulas, así como de la invitación -posteriormente cumplida a macanazos y con pepper spray- de que a esos estudiantes hay que sacarlos a patadas de la Universidad, por momentos da la sensación de que nuestro País entiende que la democracia se limita al ejercicio del derecho al voto cada cuatro años y nada más. Asumimos la peligrosa actitud de que de aquí hasta las próximas elecciones lo que hay que hacer es mirar para el otro lado y aguantar con resignación.
Y pregunto yo: ¿podemos esperar? ¿Qué Universidad vamos a tener después de 2012 si en los próximos dos años dejamos solos a esos estudiantes, si los mejores estudiantes dejan de ir a nuestra Universidad y esta pierde su acreditación? ¿Quién va confiar en la Justicia si nos quedamos callados cuando el Gobernador nombra juez como premio político a un candidato fracasado y éste determina -aquí mismo, en el Tribunal de Mayagüez- que no hay causa por asesinato cuando la propia asesina ha confesado el crimen? ¿Qué país vamos a tener si en enero fueron asesinadas más de 110 personas y al día de hoy ya pasan los 160; y más allá del Partido Popular, nadie pide que saquen al Superintendente Figueroa Sancha, quien claramente ha fracasado en su encomienda? ¿Quién se atreverá a ponerle límite a futuros gobiernos si hoy, en momentos de crisis económica, cuando todo el mundo en el sector privado ha reducido sus gastos en publicidad, el gobierno, que pregona estar en déficit, gasta altas sumas de dinero en publicidad, convirtiéndose en ocasiones en uno de los principales soportes económicos de los medios de comunicación y los propios medios se ven obligados -consciente o inconscientemente- a guardar silencio? ¿Qué gobierno nos va a quedar si dejamos que lo vuelvan a quebrar con una reforma contributiva que parte de la premisa de que el gobierno es el problema y va a dejar al propio gobierno sin dinero y eventualmente, sin empleados? Creo, sinceramente, que el 2012 puede ser muy tarde.
Nuestras instituciones, nuestros valores, nuestra convivencia pacífica, nuestra sensibilidad ante el dolor de un hermano, están siendo atacadas ahora. La agenda ultra-conservadora que nos han impuesto hay que detenerla ahora.
A diferencia de en este momento, en el periodo previo al 40, en que Muñoz Marín describía al liderato del País como niños, incluyéndose él mismo, se dio una reacción del pueblo puertorriqueño que entendió que las soluciones no serían fáciles ni vendrían de afuera. Un pueblo que comenzó a luchar contra las injusticias todos los días, en todos los lugares. Un pueblo con hambre de cambio. Un pueblo que exigía, no sólo esperaba. Un pueblo que exigía una agenda de cambio profundo.
Hoy, al contemplar los asuntos públicos, por momentos me da la sensación de que veo a un pueblo simplemente esperando por la llegada de Muñoz. De un Muñoz con una varita mágica que lo resolverá todo sin penas ni sacrificios, sin esfuerzo ni luchas. Esperando a que el cambio ocurra por osmosis o por gravedad. Lucimos a veces como los protagonistas de la obra Esperando a Godot, de Beckett, escrita a finales de los años 40, que esperaban a un tal Godot con quien a lo mejor -nadie sabe- tenían un cita y nadie sabía para qué. Esperan y esperan, y reciben el mensaje de que no vendrá hoy, pero mañana de seguro llega y así, el mismo mensaje se repite todos los días, en un teatro de lo absurdo.
El gobierno que tenemos hoy es el producto de la voluntad democrática del Pueblo de Puerto Rico. Recibieron un mandato claro e inequívoco. Pero ese mandato no es un cheque en blanco para deshacer y destruir. ¿En qué momento durante la campaña dijeron que iban a aumentar unilateralmente el número de jueces en el Tribunal Supremo? ¿En qué momento durante el 2008 dijeron que iban a enmendar arbitrariamente la ley universitaria para aumentar el número de miembros de su Junta de Síndicos? ¿Cuándo en la campaña Fortuño dijo que iba a destruir al Colegio de Abogados? ¿Quién me puede explicar cuándo fue que, al pedir el voto del pueblo, dijeron que a la misma vez que iban a bajar las contribuciones porque les sobraba dinero, iban a imponer una cuota de $800 en la Universidad porque les falta dinero? ¿En qué momento dijeron que iban a duplicar las contribuciones sobre la propiedad con una contribución especial? ¿Cuándo fue que dijeron que iban a delimitar las áreas de expresión pública y ciudadana con rótulos de papel? ¿Cuándo fue que dijeron que iban a ignorar nuestra Constitución y a cerrar las gradas del Capitolio? ¿En qué página de su programa de gobierno decía que iban a despedir a 30 mil empleados públicos y cómo es se atreve a atribuirse esa reducción como un logro y decir que se hizo de manera voluntaria y mandatorio, cuando nadie voluntariamente quiere perder su empleo ni su sustento?
Todas esas decisiones y otras que no es necesario mencionar, son actos y decisiones tomadas en el ejercicio de los poderes democráticos que el pueblo les dio temporeramente a los funcionarios electos. Pero en una verdadera democracia esos poderes no se pueden ejercer en contra de la voluntad mayoritaria de los constituyentes.
El mejor tributo que podemos hacerle hoy a Muñoz Marín es dejar de esperar. Es entender que lo que él hizo, lo hizo un pueblo. Sin pueblo, Muñoz no hubiese existido. Esa fue la principal lección que Muñoz Marín aprendió de su padre, Luis Muñoz Rivera: la fuerza está en el pueblo. El pueblo de Puerto Rico, en su sabiduría, en su esencia interna, creo y formó a Muñoz. El Vate fue el instrumento de su pueblo y no a la inversa. Si el liderato político de aquel momento dejó de actuar como niños mientras el País se derrumbaba, fue porque el pueblo así lo exigió. Hoy, si el liderato político, económico y social va a crecer -y repito, tenemos que crecer- es porque el pueblo así lo tiene que exigir. La fuerza está en el pueblo y no a la inversa. El momento es ahora. El protagonista, el pueblo.
Muchas gracias.